lunes, 18 de enero de 2016

Así como el diamante




Cuando tenemos un problema recurrimos al amigo más cercano y sentimos un gran alivio al desahogarnos con aquella persona que nos está prestando su hombro. Confiamos tanto en ese amigo que olvidamos nuestras penas por un buen rato, pero olvidamos los hombros de ese ser supremo y natural que está ahí para nosotros en cualquier etapa de nuestras vidas.

Su mirada es tierna, su hombro suave, perfumado y delicado.  Cuando le contamos nuestros problemas El escucha con atención y especial cuidado pero no responde tan rápido como nosotros esperamos, en vez de eso  continúa escuchando nuestras plegarias. Sabe que necesitamos pasar por pruebas difíciles antes de recibir la respuesta, que necesitamos aprender quizás de nuestros errores, quizás de la vida y sus inimaginables enigmas, El sabe que antes de recibir el gran premio debe ponernos en pruebas de fuego porque somos sus joyas preciosas: “así como el diamante”

Sabias que para que el diamante se convierta en una joya preciosa debe pasar por diferentes pruebas. Un diamante en bruto es muy diferente a uno que se haya pulido. Para que este mineral “átomo puro de carbón” como se le llama, se transforme en un diamante es necesario que se den ciertas condiciones de presión y temperaturas extremas.

Para Dios nosotros somos un diamante, una joya preciosa que necesita ser pulida. Claro que El pondrá la solución de nuestros problemas en nuestros corazones, pero antes necesitamos aprender, necesitamos ser pulidos, y sobre todo saber esperar nuestros tiempos.


Todo tiene un motivo, una razón. Si estas pasando por una verdadera prueba de fuego es por algo. La respuesta, quizás ya esté en tu corazón, solo tienes que descifrarla y sobre todo saber esperar TU TIEMPO. 

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