---------------------------------
A aquellas
mujeres que luchan incansablemente por los
sueños de otros y
en su lucha, se olvidan de si mismas.
“Ellas son las verdaderas heroínas”
---------------------------------
Era la noche del
9 de septiembre del 2010, cuando lo abrazó por primera vez, después de esperar
todo un año para conocerlo personalmente, ese día sin duda alguna, se
convertiría en el más importante de toda su vida, pero sin ella saberlo en el
más gris de toda su existencia.
---------------------------------
Ya estaba decidido, el viaje a Cuba sería el 9 de septiembre del 2010.
Después de haberlo pospuesto en cuatro ocasiones diferentes, Isabella no
cambiaria nuevamente la fecha, pues le había dado su palabra a Thomas de que ese sería el día en que él la vería
personalmente y por primera vez. Ella le había dicho que iría vestida de
blanco; de esa forma él la encontraría en el aeropuerto de Santiago de Cuba muy
fácilmente. Aunque ese día él se confundió, pues por coincidencia había otra mujer vestida del
mismo color; pero al final se dio cuenta
de que ésa no era “su chica”.
Cuando la vio, su corazón palpitó muy fuerte, simplemente la abrazó y le
dio un largo beso; de inmediato se dio cuenta de que ésa era la mujer con la
que se casaría dentro de tres meses, según lo habían planeado mucho antes de
conocerse personalmente. Aunque en ese momento a Thomas le entraron algunas dudas, ya que ella se mostraba
muy molesta; estaba incómoda con el personal del aeropuerto, pues ellos la
habían bombardeado con miles de preguntas que nada tenían que ver con su
estadía allí como turista. Le revisaron toda su maleta, inclusive sus cosas
personales, cartas de amigos, y cada uno de los sobres que ella llevaba, pues
era su primera entrada a ese país y el personal de aduanas y la seguridad
cubana que trabajan en el aeropuerto debían estar seguros de que no iba a
buscar un cubano para casarse.
Para Isabella todo este viaje fue
muy agitado. En realidad toda su vida se tornó agitada desde que tomó la
decisión de ir a verlo. Cuando una compañera de trabajo suya, quien ya tenía
una relación de cinco años con un novio cubano, le mostró la foto que le había
enviado Thomas, un hombre ya maduro y caucásico de unos 43 años, apuesto,
corpulento y, sobre todo, muy profesional,
de inmediato Isabella se impresionó; tomó la foto, la imprimió y la pegó
en la pared de su habitación para interiorizarla. El también había recibido la
foto de Isabella, una dominicana de apenas 30 años, delgada, de piel clara y con una melena
rubia. El cubano se había impresionado mucho también cuando la vio, ya que notó
sinceridad en su sonrisa y la penetrante mirada de aquellos ojos verde-claros
lo flechó de inmediato.
Así dio inicio esta historia de amor, pues en los días siguientes empezaron
la comunicación por correo electrónico. Isabella podía escribir todos los días si quería, pero
en Cuba el Internet es limitado, solo existe lo que ellos llaman “Joven Club”,
que son centros que ofrecen servicio de Internet a la comunidad o mejor dicho a
las pocas personas que tienen acceso; Thomas,
era uno de los que no tenía acceso al Internet, sin correo electrónico y
mucho menos computadora en casa, pues el gobierno cubano tiene muchas
restricciones para su pueblo. Thomas no se amilanó por esas dificultades, al
contrario, de inmediato buscó un
amigo que le debía algunos favores, para
que lo conectara con la que se
convertiría en su niña bonita, en su amada.
A pesar de que las llamadas a Cuba son excesivamente caras, Isabella, lo
llamaba frecuentemente, mientras que Thomas se las ingeniaba, para enviarle
algún que otro mensaje a su celular, pero igualmente con algunas restricciones. Thomas procuró localizar a varias personas en la zona donde residía, que
sí tenían computadora, para poder continuar enviándole correos a su, ahora,
novia a distancia.
Después de un tiempo largo comunicándose de esta forma, ahora sentían una
gran necesidad por tenerse el uno al otro; una necesidad que crecía cada día,
pues nunca habían tenido contacto físicamente y estaban a punto de
colapsar. Ambos abrigaban dudas de cómo
sería ese primer encuentro íntimo y de cuál sería la reacción de cada cual
cuando se vieran por primera vez. Así que, sin pensarlo más, ella empezó a planificarse para el que sería
su primer viaje a Cuba.
Isabella, conocía de la escasez de productos que sufría el pueblo cubano,
pues ya muchos amigos que habían viajado anteriormente a ese país le habían
dicho cómo era la situación en la que se encontraban los cubanos. Le habían
contado además sobre su idiosincrasia,
su cultura, sus costumbres, en fin, le habían hablado de todo, buscando
satisfacer la voracidad de ella por conocer cosas del país de su amado. Por
ellos supo que la vida para los cubanos no era nada fácil –como no lo es
todavía-- debido al yugo castrista que
desde hace más de 30 años ha limitado al pueblo de Cuba y le ha impedido vivir una vida digna, como cualquier ser
humano lo merece. La comida, los salarios, los empleos, aun los artículos de
primera necesidad, son escasos. Todo allí es limitado, inclusive para aquellos
que tienen a Fidel como un Dios y que, a pesar de todas las penurias, continúan siendo comunistas y creyendo todas
las mentiras que les dicen. Resulta difícil comprender cómo aquellas familias
cubanas pueden vivir bajo este yugo férreo, con tantas carencias, como si la
isla se hubiera quedado congelada en el tiempo. Quizás sean superhéroes o
quizás estén viviendo gracias al favor del mismo Dios. Seguramente que la
segunda opción es la correcta.
Así que Isabella empezó a adquirir artículos de primera necesidad. Muchos
los compró con su propio dinero, otros los solicitó a algunas empresas de
amigos, pues ella era una chica muy famosa y respetada en su comunidad y, sobre
todo, conocía sobre la responsabilidad social que tienen algunas empresas.
Consiguió una gran maleta y empezó a llenarla de sueños, pues ella soñaba
siempre con dar hasta lo que no tenía. Isabella era de aquellas personas que se
quitaba la comida de la boca para compartirla con otros aún más necesitados.
Siempre se condolía al ver las condiciones miserables en que vivían algunas
personas de su país, que muchas veces no tenían nada, ni un pedazo de pan para llevarse a la boca, así, que no es de
extrañar que se condoliera igualmente por aquel pueblo que se convertiría
pronto en su segunda nación, pues estaba realmente enamorada de Thomas. Ella quería que, al menos los integrantes de su familia, se sintieran felices cuando la
vieran llegar con su maleta llena de
regalos y, sobre todo, con productos de primera necesidad, cosas éstas que hacían mucha falta en Cuba, porque allí,
aún teniendo a veces dinero suficiente para comprarlas, era imposible,
simplemente porque, para el pueblo, no las había.
Cuando llegó aquel día tan esperado, 9 de septiembre, día del viaje de
Isabella, su estrés empezó a aumentar; estaba totalmente loca por que llegara
ese momento; había estado contando los días, las noches, inclusive tachaba el
calendario de su oficina. Ella estaba segura de que Thomas se sentía igual de presionado, pues a pesar
de sus limitaciones en Cuba, Isabella pudo notar a su llegada que él y su
familia se habían esforzado muchísimo para que ella tuviera una estadía
agradable y llena de comodidades en la que sería su casa por los próximos 15
días.
Aquel día en el aeropuerto, cuando se dieron un fuerte abrazo y él la besó
por primera vez, Isabella no pudo evitar un estremecimiento. Le parecía mentira
que aquel momento tantas veces soñado se estuviera dando; que aquel hombre que
sólo había podido ver por foto, estaba allí, abrazándola, besándola; que podía
sentirlo, tocarlo. Pero el encanto duró sólo segundos. Tomaron sus maletas y
mientras él le mostraba el camino hacia su casa, fueron conversando sobre cómo
era la vida en la República Dominicana, de donde Isabella era oriunda, y cómo
era la vida en Cuba. Todo el camino estuvieron conversando y mirándose. Se
trataban con ternura, se mimaban, y no
dejaban de darse besos, sin
importarles que Isaac, el hermano de
Thomas, estuviese presente. Más tarde
Isaac se convertiría en uno de los
defensores de Isabella. También a él lo conocía por primera vez, pero notó
enseguida que se trataba de una bella persona.
Dentro de unas horas se efectuaría la primera parada: el municipio de
Palma Soriano. Allí era donde vivían Isaac y su familia: tres hermosos hijos y
una dedicada esposa de nombre Sophía, quien se convertiría más tarde en una
gran amiga de Isabella y, al igual que su esposo Isaac, en una acérrima
defensora de la muchacha dominicana. Los niños estaban ansiosos, a la espera de
su futura tía. Más adelante, en sus ulteriores visitas, la volverían un poco loca cada vez que ella llegara
a Cuba, pues, indudablemente, era su tía especial.
Sólo una hora duró esa primera parada, en la que Isabella pudo compartir
con la familia de Isaac. A pesar de lo agotador del viaje, continuaron
hacia Contramaestre, donde esperaba la
futura suegra, una mujer con un gran temple: cristiana, humilde, noble, con un
gran corazón, quien, junto a su
esposo (ya fallecido) le dio a sus hijos
una muy buena educación y se había preocupado siempre por ser una madre abnegada
y amorosa. Llegaron ya tarde en la noche, pero Juliana González, cariñosamente
llamada por todos “Mima”, aún estaba despierta esperando a su hijo y a su
futura nuera con mucha emoción. Estaba preocupada porque no sabía si
Isabella se sentiría cómoda en su casa,
pues los cubanos son muy hospitalarios y más aún si los visitantes son
extranjeros. Ella logró que Isabella se
sintiera como en casa. Peleaba siempre con Thomas y le decía: “¡a esa niña hay que cuidarla!”.
Tan atenta fue que le cedió su propia
habitación, la cual era la más cómoda, para que Isabella durmiera. Ella se fue
a dormir con su hijo Thomas a otra
habitación, logrando de este modo que los dos tortolitos durmieran separados,
porque había que respetar su casa y esperar hasta que llegara el día en que los
enamorados unieran sus vidas por el matrimonio.
No obstante esas buenas y castas intenciones de la mamá, Thomas, se las ingenió para tener sus momentos de
intimidad con Isabella. De vez en cuando salían fuera de casa y regresaban al
día siguiente. Como dos adultos con un natural
deseo de estar juntos, era casi imposible dormir bajo el mismo techo en
esa situación. Sentían tanta necesidad de estar a solas, que rompieron todas
las reglas, sin importar lo que pasaría en el futuro; sólo querían vivir el
momento, sentirse, acariciarse y sobre todo saciar esa sed de amor que durante
todo un año habían acumulado.
No podían esperar. La noche
siguiente no hablarían mucho, pues Thomas
había preparado una habitación especial en casa de una amiga que se
encarga de rentar cuartos en su propia casa, así que se llevó a Isabella a aquel lugar; era una habitación bien
cómoda, con aire acondicionado, amplia, y sobre todo muy limpia y ordenada.
Ellos se tomaron una botella de vino en aquella casa y después de compartir un
rato con su amiga, se encerraron en el cuarto y tuvieron su primera noche de
intimidad. Terminaron exhaustos y el cansancio los venció. Después de haber
tenido una noche tan intensa era justo que descansaran, aunque él se quedó
dormido mientras ella conversaba. Luego de un rato Isabella se dio cuenta de
que sólo hablaba con la almohada. Pero es que ella no quería dormir. ¡Estaba tan excitada! Aún
no podía creer que tenía ya, entre sus brazos, a su futuro esposo.
Ya Thomas tenía la agenda del siguiente día bien apretada. El plan era
llevarla unos días fuera de casa, justamente a lo que ellos llamaban el
campismo, un lugar creado por el gobierno a donde los cubanos pueden ir y pasar
varios días con sus familias. Un río pasa muy cerca de aquel lugar ubicado en
la misma falda de la Sierra Maestra. Allí
se pasaban todas las mañanas y parte de las tardes. Sus aguas bien frías
y cristalinas hacían de aquel campismo un lugar
especial y más aun si contabas con una buena compañía.
Pasaban los días y las vacaciones de Isabella se iban acabando. Ya ella había conocido a toda la familia de Thomas, en especial a los niños, que ya la llamaban
tía y que siempre estaban pendientes de cuándo sería su próximo viaje.
Isabella, les había prometido a todos que regresaría bien pronto, pues ella y
Thomas estaban planeando casarse a finales del año. Thomas, en uno de sus
momentos a solas, le preguntó si estaba segura, después de conocerse
personalmente y de compartir tantos momentos íntimos, de dar ese paso
trascendental que planeaban dar. Ella no
lo tuvo que pensar para darle la respuesta. Su convicción era firme, más firme
ahora que antes: estaba enamorada de Thomas y quería convertirse en su esposa.
Estaban felices, ahora se iniciaría
la cuenta regresiva para esperar aquel
día en el que unirían sus vidas para siempre. ¿Para siempre? En la mente de
Isabella no habitaban dudas: ¡sería para siempre! Pero antes ella debía
regresar a su país, pues sus vacaciones habían terminado, así que iniciaron los
preparativos para su regreso a la República Dominicana. Ella debía abordar el vuelo
que saldría a las 12:00 del medio día por el aeropuerto de Santiago de Cuba,
rumbo a Santo Domingo. Eso no podían cambiarlo porque en sólo dos días ella tendría que reiniciar
sus labores en el proyecto en el cual trabajaba.
Sus amigas estaban a la espera. Tenían curiosidad por saber el resultado de
aquel viaje de Isabella hacia lo desconocido, un viaje en el que ella por
primera vez se encontraría con su amado. Estaban pendientes de ello porque les
preocupaba su amiga del alma y deseaban saber cómo le había ido y sobre todo si
habría o no boda en los próximos meses, pues ellas sabían que Isabella no se casaría sin antes conocer a la familia
de Thomas. Ella les había comentado que necesitaba convivir con ellos y saber
cómo eran.
Faltando dos meses para la boda ambas familias, una en Cuba y la otra en la
República Dominicana, iniciaron los
preparativos para el gran evento. Isabella sabía que no todos sus familiares
podrían viajar a Cuba para acompañarla, así que se pusieron de acuerdo para que
la que la acompañara fuera su hermana Caroline, quien enseguida empezó a
ahorrar algún dinerito para su primer viaje a Cuba. Se acordó que ella
sería la madrina oficial de la boda.
Lo primero que Isabella compró fue el vestido de novia. Y eso fue una
prodigiosa casualidad. Una amiga le había comentado que alguien había traído
uno de New York. Era muy hermoso y le
quedaba justo a la medida. Cuando se lo probó por primera vez, le quedaba tan
bien, que pensó que realmente había sido confeccionado para ella. A partir de
ese instante empezó a tomarse los
preparativos de la boda mucho más en serio, porque le parecía que aquel hermoso
vestido que llegaba a su poder, así de pronto, en el momento preciso que lo
necesitaba, era como una revelación, una prueba más que le indicaba que estaba
andando por el camino correcto.
Los novios distantes continuaron comunicándose por Internet para que
Isabella supiera todo lo que hacía falta
para la boda y que allá, en Cuba, no se podía conseguir. Ella, desde luego, ya
sabía que tendría que llevar algunas
cosas que en Cuba era imposible
adquirirlas, pero ahora le estaban especificando cuáles. Por su
parte, Thomas estaba muy afanado pues debía tener listos
todos sus documentos para aquel gran día. Al parecer, él tenía algún documento
que no estaba actualizado y la fecha de la boda se estaba acercando, lo cual
era muy preocupante pues, en Cuba, cosas que son sencillas siempre se vuelven
sumamente complicadas. Hasta para adquirir un simple documento se pasa trabajo
y hay que dar muchísimas carreras y, a veces, mover extraños resortes bien sean
de relaciones, bien sean de soborno.
Como es muy normal, ambas familias pusieron su granito de arena para
apoyarlos, pues había mucho por hacer. Aunque ya se había decidido que la
hermana de Isabella (Caroline), sería la persona que representaría a la familia
de la novia en la boda, la madre de Isabella sentía mucha pena por no poder acompañarla.
Si no iba, no era por falta de deseos sino por miedo. Ella nunca había subido a un avión y le tenía
terror. Quería con toda el alma
acompañarla, pero no se atrevía. El pánico que le inspiraba montarse en un
avión era demasiado fuerte para ella.
Caroline sí estaba muy emocionada
con su designación y comenzó a hacer maletas para ir preparando su viaje poco a
poco y comprar ella también cosas para la familia de Thomas. Se sentía muy
tensa, pues para ella era también la primera vez que subiría a un avión, aparte
de que iría a un país desconocido, aunque ciertamente un país que ella, al
igual que su hermana, apreciaba mucho. Caroline
sentía mucha lástima por los cubanos, pues todo aquél que ha leído sobre
la vida en Cuba sabe que no es nada fácil para el hombre de a pie, el que no
ostenta ninguna alta posición política o militar.
Con tanto ajetreo pareció que los días pasaron volando. Sin darse cuenta la
fecha ya estaba ahí. Aquel 23 de diciembre del 2011 había llegado. Ya estaba
todo listo, aquel hermoso traje de novia ya había sido empacado, era tan grande
que ocupó todo el espacio de una sola maleta; la decoración del cake, los
globos, los anillos, la tela para los manteles, y sobre todo los regalos para
la familia de Thomas, en especial para los sobrinos, todo estaba listo. Isabella
y Caroline pretendían salir por el Aeropuerto Internacional de las
Américas, en Santo Domingo. Ambas sabían que les esperaba un viaje agotador,
porque serían varias horas las que demorarían en trasladarse hasta la capital,
pero nada, debían estar allí para aquella boda y lo estarían. Caroline estaba
también súper motivada, con mil dudas y temores, pero decidida a apoyar a su
hermana mayor a cumplir sus sueños de casarse por primera vez con su “príncipe
azul”, el hombre que ella siempre había soñado tener en su vida, el que, a
partir del 29 de diciembre se convertiría en su esposo ante las leyes
humanas.
---------------------------------
(HASTA AQUI MUESTRA GRATIS)
DISPONIBLE EN
http://www.amazon.com/esposa-amante-Spanish-Esther-Hiraldo/dp/1514460750/ref=sr_1_2?ie=UTF8&qid=1451306078&sr=8-2&keywords=juany+esther%2C
Product Details
- Paperback: 78 pages
- Publisher: Xlibris (July 1, 2015)
- Language: Spanish
- ISBN-10: 1514460750
- ISBN-13: 978-1514460757
- Product Dimensions: 6 x 0.2 x 9 inches
- Shipping Weight: 5.9 ounces (View shipping rates and policies)
- Average Customer Review: 5.0 out of 5 stars See all reviews (2 customer reviews)
No hay comentarios:
Publicar un comentario