Sentí un gran placer cuando me enteré por ahí que la
justicia divina estaba enseñoreándose con mi verdugo. Al mismo tiempo, mi yo interior
sintió un poco de lástima y hasta pena ajena; pero recapacité y me acordé de
aquel sabio versículo de la Biblia que dice: “todo tiene su tiempo, y todo lo que está debajo del sol tiene su hora”.
Les juro, ya me había olvidado por completo del asunto, aunque
por la gravedad de lo ocurrido y el proceso de aprendizaje encaminado hacia la expresión
“los tropezones hacen levantar los pies” rememoraba algún que otro día aquella atroz
pesadilla.
La vida a veces nos sorprende con profundas tristezas,
grandes pruebas y terribles desilusiones; cuando estas lleguen a tu vida no te
dejes atrapar por tu “verdugo”, solo déjalo ir y aférrate con todas tus fuerzas
a tu padre celestial, el único capaz de mover el curso de tu historia.
No hay mejor manera de salir victorioso de las pesadillas
que olvidar la ofensa o el agravio, pidiendo siempre la dirección de Dios y
sobre todo piedad y misericordia por tu verdugo o agresor. Después de ese
proceso empezaras a sentirte renovada, sin darte cuenta, nuevas puertas y
oportunidades empezaran a llegar a tu vida y sobre todo aprenderás el interesante
proceso al que llamo “cerrando círculos”
basado en la frase los hechos pasan y hay que dejarlos ir.
La justicia divina tiene diversas formas de manifestarse;
en un principio puede que las cosas salgan como la hayas planeado pero tarde o
temprano Dios se encarga de pasar factura, pues la justicia divina es algo de
la que nadie podrá escapar.
A quien algún día fue mi verdugo le recomiendo: "si al fin ya tocaste fondo, tu única salida es pedir perdón
a las personas que algún día agraviaste, manipulaste o timaste, solo de esa
forma podrás cerrar círculos en tu vida, salir airoso y encontrar la paz contigo
mismo y con las personas que te rodean. Solo así dejarás de convertirte en tu
propio Verdugo".
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