Cuando tenemos un
problema recurrimos al amigo más cercano y sentimos un gran alivio al
desahogarnos con aquella persona que nos está prestando su hombro. Confiamos
tanto en ese amigo que olvidamos nuestras penas por un buen rato, pero olvidamos
los hombros de ese ser supremo y natural que está ahí para nosotros en cualquier
etapa de nuestras vidas.
Su mirada es tierna, su
hombro suave, perfumado y delicado. Cuando le contamos nuestros problemas El
escucha con atención y especial cuidado pero no responde tan rápido como
nosotros esperamos, en vez de eso continúa
escuchando nuestras plegarias. Sabe que necesitamos pasar por pruebas difíciles
antes de recibir la respuesta, que necesitamos aprender quizás de nuestros
errores, quizás de la vida y sus inimaginables enigmas, El sabe que antes de
recibir el gran premio debe ponernos en pruebas de fuego porque somos sus joyas
preciosas: “así como el diamante”
Sabias que para que el
diamante se convierta en una joya preciosa debe pasar por diferentes pruebas.
Un diamante en bruto es muy diferente a uno que se haya pulido. Para que este
mineral “átomo puro de carbón” como se le llama, se transforme en un diamante es
necesario que se den ciertas condiciones de presión y temperaturas extremas.
Para Dios nosotros somos
un diamante, una joya preciosa que necesita ser pulida. Claro que El pondrá la solución
de nuestros problemas en nuestros corazones, pero antes necesitamos aprender,
necesitamos ser pulidos, y sobre todo saber esperar nuestros tiempos.
Todo tiene un motivo, una
razón. Si estas pasando por una verdadera prueba de fuego es por algo. La
respuesta, quizás ya esté en tu corazón, solo tienes que descifrarla y sobre todo saber esperar TU TIEMPO.
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